Lo cierto es que parece mentira. El corazón no le late y no hay señal de ondas cerebrales. Muestra el aspecto típico de un cuerpo que se ha descompuesto durante largo tiempo bajo el agua. Desde un punto de vista médico y científico no cabe la menor duda: es un cadáver. Lo sorprendente es que puede moverse y hablar, incluso puede pensar.